jueves, octubre 28, 2010

Que si tengo flores en la mesa del comedor?

¿Que si tengo flores en la mesa del comedor?
Por supuesto amor son el centro de mesa
de una mesa vacía y rota
demás estará decirte que quizás esté caída
porque sus patas cansadas de esperarte
salieron como todos hoy a caminar
en esta tarde de primavera gris
de encuesta entrevista incierta de luto y censo
donde nadie puede congraciarse en la parsimonia asesina de celebrar
la muerte en cuerpo de un animal político
que ha refundado la fricción y el discurso en la escena social
de un Pueblo que cínico ya jugaba a hacerse el boludo
y que sin renegar del tango ni mucho menos embanderar el olvido
ha regado la flor de la memoria con el estandarte del juicio y castigo
enarbolando la justicia social, la reconstrucción moral y por vía legal,
y así el baile festivo de la alegría y el verbo conjugado otra vez
en los ojos y la voz de un pueblo que hizo suya otra vez a la calle.
¿Qué si tengo flores en la mesa mi amor?
Por supuesto, tienen que estar en el centro del comedor
y si al entrar vos no las ves, es que quizás se han caído
o ellas sabiendo que iba yo a salir a caminar
buscando respuestas, un poco de aire, y algunas otras preguntas
decidieron acaso venirse conmigo a leer a La Plaza de Mayo
con lapiceras, un libro y un cuaderno con hojas rayadas en blanco
que ahora cuando vos me llamás acá estoy yo escribiendo
esto que no es ni un poema ni un cuento
y es todo lo que voy a decir al menos hoy sobre el Señor K.

domingo, octubre 17, 2010

resentimiento

Por qué extraño el olor de alguna calles y por eso a veces necesito caminarlas?

Por qué puedo decir que es esa piel la que me aquieta en la mitad de una avenida?

El sabor de una piel debajo de los mismos árboles testigos de la vida, escenario de la historia.

Caminar dos cuerpos enlazados con los brazos entrelazados de los dos como dos personas que han transitado y siguen en el desfile a veces suave y otras tantas no tanto.

El sol en los ojos, el viento pasa y sigue de largo.

las nubes no ven, bajan del norte

el viento florece y sopla en el sur.

Ella se mira las manos y sabe que tendrán para siempre la sombra de haber sido tocadas por él. Él la mira a ella sonriente y más liviana, se la ve, se la siente más fuerte, más centrada, más en sí, no sabe si acaso la liviandad del ser tiene que ver con poder verse el uno al otro ya no como dos que están el uno en el otro sino el uno al lado del otro. Cada cuerpo es también una casa, una cama y porqué no un mundo.

Ella sabe que él piensa que cada cuerpo es un mundo y es eso lo que se percibe de las manos transpiradas de él, cómo suena y cruje en esos dientes el miedo. No pueden dejar de respirar el uno y el otro pero ya no se respiran entre sí. Los grandes poemas ya no existen ni en las espaldas que recitan a los dedos aquello que éstos en si mismos no están capacitados para escribir. La fuerza del sentimiento ruge y arde ahí en el medio del pecho, como la acidez de una fruta que nunca se ha podido tragar del todo.

La ciudad duerme y él es capaz de soñar sueños...

Descansan los cuadernos y las hojas de aquella recolección en una caja marrón de cartón corrugada en alguna parte de la ciudad de las mil flores.

Sueños de piel y hueso, sueños que aún al despertar habiendo sobrepasado por varias horas el amanecer todavía se siente en la lengua en la boca en las manos ese olor, el perfume de un cuerpo, el aroma dulce de un beso reincidente que trasciende el contexto y con ella la atemporalidad en si misma del paso del tiempo.

Sentados los dos en el asiento trasero de un auto que se confunde con un sillón en una reunión donde nadie se ve con nadie pero todos miran a todos, todos hablan y nadie escucha, gritos aquí allá y en todas partes, retumban las voces y la música en las paredes, se huele el sexo en el aire, y ellos llevan la delantera en esta carrera contra el tiempo. Han perdido demasiado tiempo jugando a desentenderse para no encontrarse porque nunca se perdieron y por ese nunca podrán buscarse para volver a recomenzar. Sentados en el sillón y con los ojos cerrados ella sentada apoyada contra el respaldo y él cruzado por sobre ella boca arriba buscando su lengua debajo de la de ella entre mares de saliva besos y restos de algún amor que ha quedado por ahí, en el aire y que ahora se dan cuenta que siempre estuvo ahí, en el aire a punto de estallar. Él con las piernas estiradas y cruzadas con el jean azul y las botas negras que ya no brillan de tanto caminar, el talón está gastado, ya no hay goma solo madera que desangra aserrín a cada paso. Ella tiene una pollera verde y una remera blanca con escote abierto y redondo bien bajo, para mostrar el pecho y su largo y hermoso cuello, tiene además una hermosa y tan rica piel. Nadie se da cuenta ni tampoco ellos, esclavos del hechizo enceguecido del no amor en cuotas de hartazgo y cansancio de haberlo consumido todo. El sillón es medio, con un almohadón rojo, el famoso futón, aunque moderno, de esos plegables que se hacen cama, el almohadón enorme, en realidad es una especie de colchón. Sueñan con que en realidad no haya nadie pero saben que lo que hagan quedará grabado en la retina de todos, como dos almas resentidas dándole sentido verbo cuerpo al término, así como también a la resurrección. Y pensar que todos, y hasta en sueños, alguna vez los dieron por muertos... Ella le toca la cara, lo acaricia, intenta dibujarlo, construirlo según sus recuerdos con los ojos cerrados con sus manos mágicas, dedos largos y carnosos con uñas brillantemente rojas, exultantes y con tanta pasión como carne que han arañando alguna vez en una noche de carne calentura, hambre y mucho sexo. Son uñas de rojo sangre, uñas que son pintadas por elegancia, por respeto a la transparencia que portan los días que reina meramente la naturalidad sensual del cuerpo femenino de por sí, ya sea día de lluvia, día de sol, granizo, o bien un día que está nublado. Ella se pinta las uñas solamente para la noche. Y es esta noche que las uñas están vestidas con un esmalte rojo escarlata, lo suficientemente pasional y sanguíneo como para no dilucidar y perder las fronteras del alba en las barreras del sueño que dejan a flor de piel los deseos reprimidos, los sueños resentidos y las hambres insurrectas de un amor sin par e invasivamente impúdico.

Hay una mujer embarazada de mellizos en un sillón que tiene mucho frío, está vestida con un jean celeste y un sweater amarillo de lana que parece no abrigarla lo suficiente, se ve en sus ojos que tiene frío. Se sienta en el borde del sillón para acurrucarse y generar su propio calor hasta que finalmente saca de atrás suyo, y debajo de los almohadones, una campera de cuero con piel adentro, es piel sintética y de mentira, de más está decirlo pero aclaro a ver si todavía alguien viene a la puerta de casa a decirme que estoy amparando la caza indiscriminada de animales. Se sienta en el borde del sillón y una vez acurrucada se tapa con la campera como si fuese una manta, tiene frío en la panza, tiene frío en el vientre, tiene frío en las piernas, tiene frío en los pies, y eso que tiene unas medias de lana ¾ y unas botas de cuero, de mentiritas obvio, marrones para estar a tono con el parquet.

Otra de las mujeres está en el jardín, salió a fumar porque adentro de la casa no es que esté prohibido fumar, sino más bien que se intenta no fumar dentro de la casa, dentro de la sala, por los futuros bebes, por los actuales mortales que no fuman y no tienen porqué cargar con el humo de los fumadores que deciden reventarse los pulmones y llenar sus ropas de olor. Esta mujer salió a fumar. Está nerviosa. Más bien puede decirse que encaró la escalera ya nerviosa antes de bajarla. Vaya a saber uno, nerviosa por qué. Se dice por ahí que al entrar a la casa no hizo más que repetir casi como un mantra que “la angustia es el motor del resentimiento y el caldo de cultivo al resentimiento es la angustia producida por la sobredosis de recuerdos resucitados de la nostalgia, la angustia es el motor del resentimiento y el caldo de cultivo al resentimiento es la angustia producida por la sobredosis de recuerdos resucitados de la nostalgia, la angustia es el motor del resentimiento y el caldo de cultivo al resentimiento es la angustia producida por la sobredosis de recuerdos resucitados de la nostalgia, la angustia es el motor del resentimiento y el caldo de cultivo al resentimiento es la angustia producida por la sobredosis de recuerdos resucitados de la nostalgia” Está nerviosa, se huele, sus manos tiemblan, sus cigarrillos se fuman solos…

martes, octubre 12, 2010

septiembre 2010

Ah! otro día,
desarmado ya me despierto,
siento el calor…

Para empezar hoy al sol voy a darle la espalda,
voy a hacer con mi cuerpo mi propia sombra y escribir,
escribir sentado en el tronco de esta burda estación
escribir en un papel blanco
papel pálido,
papel falto de sangre.

¿Por qué el amor es más que una noche?
¿Por qué el amor es más que una noche?
¿El amor antónimo de desamor?
¿El amor es vida? ¿El desamor es muerte?
El amor también es muerte porque siempre supimos,
desde el momento que empezó, que todo, todo, ya estaba muriéndose, muriendo para poder recomenzar.



Hay para quienes hoy arranca un año nuevo.
Para otro siempre hay algo a punto de empezar.
Here is the sun
Breathe the little sunshine again

El sol pega y pega fuerte.
El sol quema y arde.
El sol seca el barro del llanto,
el llanto que vimos todos
y por eso llegó el viento,
para llevarse la mierda,
para levantar polvareda y darle vida al sol.

¿Cuánto hace falta?

Como son las cosas, como son las casas.
¿Las casas como cuerpos?
No. Las casas como cuerpos no.
Los cuerpos como casas.
Refugios de sol para abrir la puta tormenta.



Ruedan sobre mí tus manos.
Hoy al fin, después de tanto tiempo recolectamos nuestras flores nena.
Ya no hay más uvas viejas y flores secas,
ni sombras muertas.
No nena. Ya no.
Ya no hay más nada de eso.
Por suerte. ¿Por desgracia? Por azar.
Ahora que es tiempo de decir lo que uno necesita decir,
porque hay un alguien quiere escuchar, .
Ahora, ahora no me salen las palabras.
Ahora no puede decir.
Ahora no me sale hablar.
No me salen las palabras.



Tarde o temprano la lluvia cesa y también la tempestad.
Ahora:
No sé si las nubes negras o bien la niebla correrán la misma suerte.



Tenés que salir a caminar. Desandar tu gloria entre las calles de cualquier ciudad. Ya pasó el invierno pesado frío y denso, atrás quedó el resabio con lluvia y niebla.

Tenés que salir a caminar. Desandar tu gloria entre las calles de cualquier ciudad. Brillante, inmenso y hermoso está afuera el rey sol, espera tu caminar con los brazos abiertos y las botas de cuero negras moldeadas a tu imagen y semejanza, listas para probarlas, pulirlas, gastarlas, y deliberar si es que acaso están preparadas para ser las botas del caminante que camina sin parar, construyendo calidad y reivindicando la resistencia.

Tenés que salir de entre sucio jardín de grietas y flores negras. Abrir las ventanas, airea, además tengo para vos un cable con noticias de último momento que pueden interesarte mucho. En serio te lo digo. Mirá. Para tu información y para que lo entiendas de una buena vez, la soledad ya no sigue tus pasos. La soledad ya no es quien te sigue noche y día jugando a ser tu sombra. No. Tu Voyeur, otra de las tantas estrellas hambrientas, una más de las que disputa tu atención y sueña con vos. Tu futura ex amante. La nueva enamorada de vos, la deseosa y enferma (A CUALQUIER PRECIO!!!) de quedarse con tu verbo, con tu cuerpo y con tu voz es la humedad. Por eso vino en la inundación. Porque vino dispuesta a barrer con todo y entretanto ahogar también a la soledad. Pensalo. En serio.
Tenés que salir de acá. La humedad ya está acá. Ya vino y los dos bien sabemos que ella te encontró y acá estás, sin verla todavía, ella juega invisible a que no sepas quién es ni donde está, pero ya está regalada, desesperada por agarrarte y pienso que ahora que está a tu alrededor, ya no piensa en soltarte nunca más. Pensalo. Pensá en vos. Pensá en el libro y llamame. Respirá. Tomá aire. Ventilá bien toda la casa. Y por favor te pido ya que está una cosa más.
Si por esa puta casualidad estás dispuesto a salir a ver el sol, no mires la pared.



Un viejo vuelve a la caza. Busca seducir un cuerpo. Bien sabe que tal vez esta sea la última vez y por eso con precisión quirúrgica elige cada palabra. Piensa todo lo que no se ha animado a decir hasta entonces. Sane que quizás esta sea su última anécdota, la oportunidad de ser inmortal conjugado en un ascenso perpetuo, en constante progresión. Disperso en la concentración de no perder su última entrada a la gloria deja pasar delante de sus ojos a su primer amor, quien lo huele y lo reconoce, se vuelve sobre si misma, la misma esencia, estirada pero la misma piel. Hoy, hoy tal como ayer, le salta encima para sorprenderlo, grita su nombre al oído, y el viejo cae de golpe al piso en peso muerto. El viejo murió de un infarto pero feliz, entró a la no vida con la voz y la sonrisa de su primer amor.



Veo tu boca de carne roja que me llama evanescente
Me llama tu boca joven.
¿Qué busca? ¿Qué espera?
Corona negra de amor con una frutilla roja y brillante
frutilla que quiero morder de espaldas al mar.
Te veo descalza en la arena mojada
tus pies sumergidos y me das frío…
Voy a comerte los dedos cuerpo de luz sin par.
¿Dónde estás? ¿Dónde fuiste?
Pensaba darte una flor, tallarte un árbol
¿Qué gritan tus ojos?
¿Cuerpo de luz sin par dónde estás?
Porque cuando te encuentre voy a comerte los dedos.
Porque cuando te encuentre voy a morderte los dedos
Porque cuando te encuentre voy a darte mi piel.
y sí, porque cuando te encuentre también te voy a morder las manos
y ahí vas a ver…


Como cartas de amor. Algo teníamos que inventar pero no sabíamos qué ni cómo. Por lo pronto lo importante era generarnos nuestro espacio dentro de otro espacio, abrir un paréntesis, un escenario para nosotros al margen de la escena particular.



Estás en las espigas
con la boca abierta
boca arriba y hacia el sol…
Sentada en una piedra a orillas del río
puede que sea tarde…
envuelta en lunares blancos
tu flor alada me envuelve y al pensar
al pensar en escribirte
voy a darte una nueva canción
¿Querrás acaso volver a escuchar mi voz?



…todas las horas que hagan falta superhéroe.
No pienso en vos como la imagen de dos mundos, no.
No tengo tampoco demasiado margen.
Además, si supiese cuando he de morirme no te revelaría mi secreto.
De todos modos, si algo ha de pasarme, sé que no será el viento.

Nueces, fuera de la cáscara
sin cadenas, sin más
un talismán para los ojos de lluvia
como una sombra que parpadea dubitativa entre morir o nacer
tan cerca, casi como por atravesar el espejo que nos separa…



-¿Vas porque es gratis?
-No, voy a pesar de que es gratis. Voy porque es un superhéroe de esos que no vuelan, no tiene más superpoderes que poner en palabras y canciones lo que a veces siento. No tiene superpoderes, sólo un destino errante y marcas en la piel.
-Y la verdad que algún poder tiene que tener. Hacerte salir de tu casa un día gris, frío y de lluvia, con tanta humedad, para verlo y escuchar un par de canciones…
-Ya te lo dije, una va a pesar del frío, de la humedad, de la hora, de que es gratis, de que el día el la ciudad está gris, del dolor de ovarios…
-…y de la lluvia.
-No, también voy por la lluvia.
-¿Cómo por la lluvia? ¿Sos loca? Mirá como llueve.
-Sabés hace cuánto no me mojo yo. Además si hace frío nos amuchamos entre todos y algo hacemos, saltar gritar, cantar, pisarse, tocarse, la fricción el roce de los cuerpo, todo, todo eso te hace perder el frío, te hace entrar en calor.
-Jajajaja, tenés razón, yo ya estoy vieja para esas cosas.
-Bueno, un gusto que yo me bajo en esta.



La lluvia ha tiznado mi voz quebrada y dulce,
sensación en la casa de los libros
donde la sangre se subleva
gotas de ron que arden y queman
corta el frío tu botella de licor naranja
y dulce la locura que abriga mi piel
y cruza los verbos
y no duda en morderme la lengua,
las palabras no suenan
y el volumen cada vez más alto
de costado a pesar de la bufanda.
Algunos de pie y otros sentados,
una voz todas las voces.