domingo, agosto 08, 2010

“Hagas lo que hagas, entre tus palabras siempre termino por encontrarme”.

/Y con silencios
puede hablar mi cuerpo
sobre el tuyo/


Me llamo…
No importa cómo me llamo.
Quiero decir, prefiero que no.
Vine a caminar a Europa, en serio.
Salí a caminar, necesitaba tomar aire
y cuando me di cuenta ya estaba acá
tomando un café,
aprovechando una de las pocas mañanas frías que me regala este verano.
¿Me preguntaste mi nombre?
Mi nombre…
Mi nombre es…
Mi nombre está conjugado en pasado.
Mi nombre se conjugó en pasado y por eso salí a caminar.
Necesitaba viajar, salir a tomar aire
respirar y tomar distancia.
Si, yo sé, quizás no se entienda demasiado a la distancia…
Plazas. Ríos. Ciudades. Países. Mares. Playas. Océanos. Lenguas. Silencios.
Es que vine a verme a mí a ver si puedo ser yo la luz, mi luz.
Y conjugarme
y jugar en presente con rulos al viento
aquí en verano y en frente en invierno.
Y Venecia que no va a hundirse todavía, en serio.
Lo sé, tengo la certeza de que me espera a mí.
Ella sabe tan bien como yo que hice una promesa
y que voy a tratar cara a cara la historia.
Ciudad que se hunde y alberga fantasías
hombres que fingen su muerte
canciones tristes que buscan irse
y solas, solas siempre vuelven
personajes clásicos que saltan de cuadro en cuatro
y entre tantos pasos
me siento al borde de una góndola
y veo que el agua no sube
me siento al borde de una góndola
y veo que la ciudad no se hunde.
La historia se detiene toda para mí
y entonces en esta pausa yo te digo…
No voy a decirte mi nombre pero si te regalo este poema:
“Hagas lo que hagas, entre tus palabras siempre termino por encontrarme”.