sábado, abril 03, 2010

Otoño!

No sé si hacer un programa sobre el pasado, o sobre los pasados, o quizás sea la posibilidad de un programa irreal que quiero volver real, que quiero escuchar, que quiero decir, que quiero hacer...
¿Y si, hacemos un programa sobre el tiempo?
¿Y si lo hacemos sobre el pesado paso del tiempo?
No, Está bien.

Tengo que hacerlo sobre un festín, sobre (re)cuerdos (re)unidos.
Festín de recuerdos reunidos.
Un programa para recordar, un programa para la historia, un programa haciendo historia, un programa contra la historia, un programa para el recuerdo, un programa contra un recuerdo particular…

Vamos a hacer un programa de reencuentros, un programa de búsquedas, un programa de desencuentros, un programa aleatorio, un programa camaleónico, un programa categórico, un programa polaroid condimentado con azar, un programa de amor, un programa de risas tiznadas por dolor, un programa de lágrimas firmadas por llanto. Un programa que resuene por todas las paredes de la casa. Un programa para el aire, un programa desde el aire, un programa en el aire, ahí siempre, a 5 cm del suelo.
Un programa de Buenos Aires. Un programa para la histeria.
Ya sé…

Levantar vuelo con esta canción para entra en clima y después, después que el viento nos lleve…

Entre tejer una historia lineal y adiestrada desde el vamos, idea naciente, iluminada como rayo de sol y traída, transcripta en palabras por el mismo sol, o deshacernos del telar para consumar una historia a la luz de la vela, soltando la intuición, muchas veces sin comas, muchas otras tantas sin puntos, desvariando la acentuación quiero dejar presente que…

…algo te entró en el ojo me dijo mirándome, y nada sentí yo que acaso fuese a hacerme daño, estábamos tan cerca, fijó una vez más sus ojos en mí, como al principio y lo único que sentí fue el pétalo de sal esperanto, (lo que espera) para rodar por mi piel con el único fin de perderse entre sus dedos, el deseo excede al sujeto, más bien cae en él o lo sumerge, estoy en la ventana aquí y escucho tu respiración, el sueño te resguarda,
un parpadeo y sale el sol…

El otoño. Otoño. Deshojado. Deshora. Las hojas. Las hojas mueren. Caen. Las hojas caen. La vida se tiñe de amarillo. El sol. Es tiempo de recolectar el maíz, el girasol. Gira el sol y el aceite, Sutra de girasol. Buenos Aires de Otoño. El Otoño se huele, se respira, se dejar ver en la caída de las hojas, casi muertas, que se quiebran en su aleatorio suicido envueltas en el viento masturbatorio hasta llegar al suelo y embelezarlo con su amarillo ocre. El Otoño entra seco y fresco en la nariz. El Otoño te corta los ojos. El Otoño te desviste y te obliga a buscar calor, a jugar con fuego. Él, Otoño. Él, Otoño, desnudo y seco ahí, en el rincón de una cama, con las sábanas al otro lado del desierto próximo a helarse. Él, Otoño, traerá los Crisantemos, se empantanará entre los Cipreses teñidos de rojo. Él, Otoño, intentará tejerse en impulsos latentes de licor venéreo para llegar al oto lado, jugará a cruzarlo todo, a atravesarlo para taparse otra vez, sobrevolará cuerpos cansados con ojos muertos por no saber mirar y simplemente haberse negado a ver, nadará entre acaudaladas piernas hasta encontrar un panal donde volver a beber el té de las mil flores, la miel del fuego para no dejarse morir en manos de la boca del invierno.