viernes, mayo 04, 2012

sentadoenlapuntadetulengua

la palabra es distancia
cuando lo que se dice no se entiende
porque la idea no es dicha
porque no se puede decir
porque carece de palabras
el arte de escribir por el espacio entre las palabras
poresohoyescriboconelcuerpo
contucuerpoyconmicuerpo
contucuerpoaquíenmicuerpo
conmicuerpoallíentucuerpo
larisadeloslabioscomounríoenlageografíadelamor
tubocacomounlagotambién
tuslabioscomoorillas
tusojossiemprecaféconleche
yporesoyacasinodejoespacios
más que para respirar
como jadeos
enestadanza
que esescribir te

jueves, abril 26, 2012

Te robaré un Color


Y entonces perdida en esa búsqueda de cien millones de palabras se entregaba a la película para subirse a las letras, a las palabras, a las imágenes ya conocidas
(casi todas de memoria)
y de esa forma desmalezarse los ojos
en busca de ese sentimiento de intensidad tan eterno como el amor
(porque el amor es eterno, y no perpetuo eterno porque uno es sensación y sentimiento)
-vapor humeante de las bocas en otoño-
Lo que me gusta del otoño
nada tiene que ver con que las veredas se alfombren de oropeles con hojas secas, con hojas muertas
con ojos calibrados en sepia, no.
Lo que me gusta del otoño es el frío.
Lo que me gusta del frío del otoño es que empieza la temporada de cafésconleche.
Lo que me gusta del frío del otoño es que obliga a buscar calor,
y es en esa búsqueda en ese anhelo de calor que uno juega a abrigarse,
a rodar, a dormir con alguien
y entonces, cuando todo duerma, te robaré un color.

domingo, agosto 14, 2011

en presente siempre en presente!
todo
el fruto de la intencionalidad
siempre en la búsqueda
y la voz del tallo arrulla la tarde que se duerme con el sol en la cara
es invierno y el presente es un instante
sensación de eternidad de dos acostados a la vera del río, recitándose,
leyéndose
acariciándose con la yema de sus dedos
entre los dos saben que hay algo más que un sueño,

el pasto, y los parques, y los libros y casullo que vuelve,
siempre vuelve,

vuelve una y otra vez,
para hacer el amor en los parques, por la no oposición de los sexos ¿opuestos?
hay hoy una apuesta en la puesta del sol
de nubes sin tiempo que cruzan el cielo
y vislumbran que hay dos ahí a la vera del río en el delta temerosos de ellas,
nubes constipadas, que pasan de largo

y cortan a la luna en dos como el cuchillo de buñuel y de dalí
y de andalucía el fruto se cae y la granada brota


y de la fruta brota el dulce ariete,
dulce ariete en presente siempre en presente
en presente que deshoja lunas como hizo federico antes de que lo maten
no hizo más que buscar la luna
luna erótica,
luna fecunda,
luna bella,
luna que baila sumergida en la noche de nuestros sueños.

jueves, junio 09, 2011

Reflexiones: Demadrugadasaoscuras. Vol. 2‏

Seguramente quien lo escribió, lo hizo con marcador indeleble verde de trazo grueso con punta chata porque fue así como le enseñaron a rotular, quizás en una escuela técnica o bien en alguna materia terciaria o universitaria relacionada al diseño, o simplemente compró el marcador en un kiosco, pero sin ningún tipo de duda pertenece al grupúsculo, (que en lo particular empiezo a comprobar cada vez que es mayor), de gente a la que las clases de caligrafía sólo consiguieron perturbar en el dibujo, el dibujo de sus letras al punto que convirtiese el gozoso e irremplazable acto de escribir a mano en una eterna y perpetua clase libre de dibujo.

Y es que la verdad es que yo nunca pude sostener los garabatos y la forma de las letras igual y con la misma cadencia por más de una palabra, independientemente si fuese imprenta o cursiva, o mayúscula, o minúscula; de hecho ni siquiera escribiendo a máquina o en computadora puedo tener una escritura pareja.

Escribo por corrientes respiratorias. No es que inhalo, proceso y al exhalar escribo hasta que el aire se acaba, pero más o menos, que se yo, hay momentos en los que el aire salió por completo de adentro mío y las frases o las palabras no dieron lo suficiente y entonces o sigo intentando sacar aire de donde no tengo o inhalo, pero que se yo, no estaba hablando de mí ahora. Estaba hablando sobre el cuaderno que encontré en el baúl. Vuelvo…

Yo supe de alguien que escribía. Escribía mucho. Todo el tiempo. Escribía en cantidades industriales. Alguien que se cansaba de llenar cuadernos. Decía que de todos modos le gustaba leer, y mucho, pero que más le gustaba releer, ir y volver, releer, como recomenzar. Quizás tenga que ver con estar atado al pasado eterno en el que fue leído aquello que se está releyendo y a lo que se quiere volver. Es tan mágico eso. Uno vuelve a leer muchas veces para volver a buscar esas sensaciones que quedaron ahí entre las hojas, los olores de las manos transpiradas en el colectivo cuando estabas por bajarte en la parada que seguía y justo que lo que estabas leyendo se estaba poniendo bueno y entonces el frenesí de leerlo lo suficientemente rápido como para no cerrar el libro y entonces subir y bajar la mirada casi sin pestañear para no perderse nada, ¿cuánto falta?, bajar la mirada otra vez y buscar las últimas palabras que estábamos leyendo, el dedo señala flores abiertas sin importar cuánto tiempo sea lo que dure, pero eso ya lo leíste y el colectivo avanza y te tenés que bajar pero levantás la vista y ves que el colectivo parece haber retrocedido unos veinte metros, entonces bajás la mirada otra vez y está al final de la página marcado con lápiz en el márgen, sin la nostalgia de la memoria… y cuando das vuelta la página te das cuenta que habías terminado el capítulo y cerrás el libro con el lapiz dentro como señalador, pedís permiso y te bajás con la velocidad suficiente para llegar a tu casa y seguir leyendo, pero con la tranquilidad que pudiste llegar con la lectura a tiempo.

Pero yo estaba hablando de alguien a quien le gustaban los libros. Es más cuando le preguntaban si le gustaba leer, decía que sí, pero antes de cerrar la idea, o dar lugar a una repregunta, automáticamente disparaba sin pudor que le gustaba mucho más escribir. Vértigo. Sensación de hojas en blanco como cantidades industriales de agua esperando para caer del trampolín hacia la pileta inundándola y empapando al náufrago, sumergiéndolo en su nuevo naufragio. –Escribo para dejar de escribir…– esa era su carta de presentación cuando alguien le preguntaba si le gustaba escribir… –Es que escribir para dejar de escribir no significa que sufra al escribir, no al contrario. Disfruto de escribir, me gusta escribir y es por eso que cuando me paso un tiempo determinado sin escribir, me siento raro, hasta nostálgico te diría… Nostálgico en algún punto y melancólico también. En serio, anhelo la sensación que sentí al haber escrito algo. –


Hubo un libro que le cambió la vida (y a mí también). Era de madrugada y el día de su cumpleaños recién estaba izándose, faltaba más o menos una hora cuando sonó el timbre de la casa en la que se crío. Por esos tiempos aún vivía con su hermana, el gato y los dos perros en la casa que se crió. Sus padres ya se habían ido cada uno por su lado y en distintas direcciones. Su hermana abrió la puerta y se presentó. – Adelante, qué tal, mucho gusto, mirá está durmiendo en su pieza, pero subí que no hay ningún problema. La puerta de madera con vidrios a la derecha, subís la escalera caracol y por ahí hasta el fondo. Fijate que quizás esté la puerta cerrada pero abrí sin miedo. Bah, que boluda, ya sabrás que hacer…–


Estado de ensoñación. Movimiento ocular rápido y mientras dormía a la espera de su cumpleaños murmuraba… Ese soy yo contra las cuerdas. Ese soy yo en el punto de mira. Perdiendo mi religión. Intentando seguir contigo y no sé si podré lograrlo. Oh no, he dicho demasiado y no he dicho lo suficiente. Creí oírte reír, creí oírte cantar, creo que me pareció haberte visto probarlo. Cada murmullo. De cada hora en vela escogiendo mis confesiones, intentando no perderte de vista como un tonto herido, perdido y ciego. Oh no, he dicho demasiado.* Hay veces en las que los susurros cuando uno duerme están tan empastados que no se entiende nada, y por suerte la música que suena en la cabeza de uno cuando se está dormido no sale. Orejas hacia adentro. Boca hacia fuera. Ésta fue una de esas veces en las que la canción del sueño se termina por la mitad cuando un ruido exterior se cuela, enmascaramiento. Ruido de fondo en la escalera que se acrecentaba cada vez más. Puerta corrediza abierta. Pasos detrás de la puerta. Abrió los ojos cuando detrás de si abrieron la puerta. –Hola mi amor! Me dijo tu hermana que estabas durmiendo. Ya sé que falta un rato pero la verdad es que quería venir a estar un rato con vos antes…– dijo mientras descolgaba su bolso verde por encima del cuello para sacarse la bufanda primero y después el saco, para después volver a colgar todo en la silla en el orden inverso. Perfecto. Todo parecía indicar que nada de lo sucedido párpados adentro había sonado hacia fuera del anfiteatro de su cabeza. Todo estaba bien. Su pareja abrió la puerta un segundo antes de que abriese los ojos por lo que nada de todo lo soñado pudo haber sido oído, aunque hubiese sonado por el equipo de música y a todo volumen. Acostados los dos en cucharita, de espaldas a la pared y mirando la puerta dejaron pasar el tiempo, esperaban que las agujas cruzasen las 23:59, para que a partir de las 00:00hs todo cambiase para siempre. 23:59:24 se oían arañazos, forcejeos, era el gato, Viento que no quería perdérsela y se hizo presente. –Quedate en la cama amor yo le abro. Vení Viento…– 23:59:32 la puerta se abre y Viento entra de un salto pero se queda debajo de la silla frotándose contra el tapado, no es boludo esconde el cuerpo pero deja la cabecita afuera, no quiere perderse nada, 23:59:39 y desde la cama se escucha…– Vení amor, acostate acá conmigo, dale un ratito más total no va a llamar nadie, ya le dije a mi hermana que si llama alguien diga que estoy durmiendo además de la familia no creo que llame nadie hasta después de la 01:10 hora en la que nací – 23:59:53 – Ahora voy, esperame que me parece que me olvidé las llaves de casa…– 23:59:58… 23:59:59… 00:00hs Mano en el bolso –Feliz cumpleaños…– se escucha el grito de su hermana desde abajo. –Acá está amor tomá para vos, feliz cumpleaños…– Un paquete forrado con papel de regalo de libros, como el empapelado para las piezas de nenes chiquitos que simula ser una biblioteca. – ¿Qué es?– pregunta sin obtener respuesta mientras rompe el papel y adentro hay una caja de un portarretratos… – ¿Una foto de nosotros dos? ¿Cuál?– Sostiene la caja con la mano izquierda contra el muslo de la pierna derecha. Intenta abrirlo con la mano derecha pero no quiere romper la caja. Se sienta en la cama. Apoya los pies en el piso y acuesta la caja sobre las dos piernas mientras su amor lo mira de rodillas desde el piso esperando verle la cara para capturar ese preciso instante en el que el regalo le despierte una sensación desconocida hasta el momento. Apoya la palma de su mano izquierda en la caja y con el pulgar de la mano derecha consigue abrir la caja. Mete la mano y saca un libro de tapas rígidas. Desórbita y desconcierto. Palabras recortadas y pegadas como un collage decoran el libro. Lo abre. Primera página en blanco, segunda página en blanco, tercera página se da cuenta que está al revés. Cierra el libro y lo da vuelta. Lo abre otra vez primera página en blanco, saltea la segunda página y en la tercera lee su nombre. Sigue ojeando sin pestañear y con la respiración contenida, las piernas no le responden, el funcionamiento de su cuerpo está en piloto automático, todos en la habitación miran cómo recibe su regalo, nadie quiere perderse cualquier gesto, sonido o movimiento que pueda llegar a hacer en efecto al regalo. Abre una página al hacer y al ver que no están enumeradas empieza a leer palabras que le resultan familiares, cambia de página otra vez…en la profundidad del sueño… Cierra el libro, lo deja en la cama y dice –Amor son mis palabras, es un libro con mis palabras, me hiciste un libro. – El aire se torna tenso. –Sí, lo hice para vos…–

La cuestión es la siguiente: acababan de cumplirle el sueño secreto de toda una vida si siquiera haberlo pensado en voz alta. Hasta ese momento nunca había pensado en la posibilidad de sentirse como una persona nacida para escribir. Solo se consideraba alguien que escribía. El libro estaba impreso en papel fotográfico. Alguien había conseguido comprender en ese instante que los poemas o las sensaciones son como fotografías, que la realidad es una secuencia de fotogramas. Fue a partir de ese momento algunas cosas cambiaron para siempre para quien recibió semejante regalo, como también cambiaron para mí…


Hacía algún tiempo en un taller literario al que no fui más que algunos meses, porque, dicho por voz de quien lo dictaba, –seguir viniendo te va a cortar las alas. Escribí, vos dedicate a escribir. Con lapicera, con lápiz, con marcadores, con crayón. Vos escribí. Escribí en las paredes, en las hojas de carpeta, en los volantes que de tan en la calle, en los márgenes de los libros, de los diarios. Si ves que no podés volar volvé y vemos si tirándote desde este primer piso conseguís volar… – aprendí lo que era un haiku: Poema de tres versos, dividido en 5, 7 y 5 moras o sílabas de origen japonés, pero no fue hasta dar con ese libro que entendí el sentido del haiku: Poema de tres versos, dividido en 5, 7 y 5 moras o sílabas de origen japonés que cargado de simpleza, en sus orígenes estaba ligado a las estaciones de la naturaleza pero que con el correr del tiempo se ha hecho permeable también a la pictorización de situaciones o sensaciones en algunos casos epifánicas. Desde ese entonces yo juego a construir haikus,como fotografías capturadas por mí en el lenguaje con el único fin de darme el gusto de poder unirlo todo desde mí, como un rayo...

*R.E.M-Losing My Religion.

viernes, diciembre 10, 2010

Tú, boca

Bailo el vals de las fotos matizadas, fotos blanco y negro:
La mesa habla sobre la canción y las tazas.
Una foto una conversación.
Doy el último sorbo y apoyo la taza con la mano derecha en el plato.
Levanto la cabeza y ahí estás vos.
Te miro a los ojos. Te veo.
El pelo, siempre descontrolado.
Tu nariz todavía tiene crema.
Y así bajo hasta tu boca.

Siempre veo tu boca:
Me gusta tu boca.
Me gusta la forma de tus labios.
El foco de las fotos se pierde ahí
en tu carne,
no hace falta que mires a la cámara
no hace falta ya tampoco que sonrías si no querés.
Dije y digo que me gusta tu boca.

Me pienso cayendo sobre vos y dudo:
Dudo si morderte la boca.
Dudo si abrirla con mi boca hasta fundir las dos bocas en un mismo mar.
Dudo si cerrar los ojos a medida que me acerco a tu carne.
Dudo si tocarte la boca con la yema de mis dedos para dibujarte y sentir
cómo la boca tuya dibuja mis dedos y me carga de sentido a mí.

Me unen a vos tus labios:
Tus labios materia
Tus labios forma.
Tus labios sustancia.

Y tu cuerpo todo:
Me vuelvo susceptible a tu boca y sé que detrás de todas las palabras estás vos
Cuerpo de flores y miel abierta y hambrienta
Cuerpo de amor y de pecas
pero tu boca en mí es algo más,
tu boca hecha para mí es algo más que un desliz.

Quiero morderte y tengo mis razones:
Tu boca me llama lentamente
me dice que ya la conozco
que no quiere morderme
que soñó alguna vez con probarme.


El jugo de tu boca, de tu pulpa:
Pulpa.
Me gusta el jugo de tu boca cuando bosteza
porque el labio de arriba se vuelve sólo una línea
una línea que se pierde con abrís la boca
en el bostezo propiamente dicho
y el labio inferior es tan carnoso.
Me gusta verla.
Me gusta tu boca y no necesito más.
No te pido mucho más de vos sólo quiero tu boca.
Sólo quiero que me des tu boca para sentirla cerca.
Quiero sentir tu boca sobre la mía.
Quiero sentir tu boca contra la mía.
Quiero sentir tu boca con la mía.
Quiero que tu respiración asfixie mi boca.
Quiero que mi boca ventile a la tuya convidándote mi aire.

Elijo tus labios porque siento que me hacen menos solo:
Labios rojos. Labios tuyos.
Labios rosas. Labios carne.
Labios dulces. Labios mar.
Labios crema. Labios míos.
Labios terciopelo. Labios tiempo.
Labios calor. Labios color.
Labios flores. Labios memoria.
Labios dibujados. Labios fuego.
Labios intermitentes. Labios viento.

Siempre veo tu boca:
Me gusta tu boca.
M gusta la forma
Me gustan tus labios y estoy dispuesto a dar la vida por ellos.
Después de todo qué más me hará un poco más de desvelo e insomnio
si voy a llevarme la carne del sueño.

jueves, octubre 28, 2010

Que si tengo flores en la mesa del comedor?

¿Que si tengo flores en la mesa del comedor?
Por supuesto amor son el centro de mesa
de una mesa vacía y rota
demás estará decirte que quizás esté caída
porque sus patas cansadas de esperarte
salieron como todos hoy a caminar
en esta tarde de primavera gris
de encuesta entrevista incierta de luto y censo
donde nadie puede congraciarse en la parsimonia asesina de celebrar
la muerte en cuerpo de un animal político
que ha refundado la fricción y el discurso en la escena social
de un Pueblo que cínico ya jugaba a hacerse el boludo
y que sin renegar del tango ni mucho menos embanderar el olvido
ha regado la flor de la memoria con el estandarte del juicio y castigo
enarbolando la justicia social, la reconstrucción moral y por vía legal,
y así el baile festivo de la alegría y el verbo conjugado otra vez
en los ojos y la voz de un pueblo que hizo suya otra vez a la calle.
¿Qué si tengo flores en la mesa mi amor?
Por supuesto, tienen que estar en el centro del comedor
y si al entrar vos no las ves, es que quizás se han caído
o ellas sabiendo que iba yo a salir a caminar
buscando respuestas, un poco de aire, y algunas otras preguntas
decidieron acaso venirse conmigo a leer a La Plaza de Mayo
con lapiceras, un libro y un cuaderno con hojas rayadas en blanco
que ahora cuando vos me llamás acá estoy yo escribiendo
esto que no es ni un poema ni un cuento
y es todo lo que voy a decir al menos hoy sobre el Señor K.

domingo, octubre 17, 2010

resentimiento

Por qué extraño el olor de alguna calles y por eso a veces necesito caminarlas?

Por qué puedo decir que es esa piel la que me aquieta en la mitad de una avenida?

El sabor de una piel debajo de los mismos árboles testigos de la vida, escenario de la historia.

Caminar dos cuerpos enlazados con los brazos entrelazados de los dos como dos personas que han transitado y siguen en el desfile a veces suave y otras tantas no tanto.

El sol en los ojos, el viento pasa y sigue de largo.

las nubes no ven, bajan del norte

el viento florece y sopla en el sur.

Ella se mira las manos y sabe que tendrán para siempre la sombra de haber sido tocadas por él. Él la mira a ella sonriente y más liviana, se la ve, se la siente más fuerte, más centrada, más en sí, no sabe si acaso la liviandad del ser tiene que ver con poder verse el uno al otro ya no como dos que están el uno en el otro sino el uno al lado del otro. Cada cuerpo es también una casa, una cama y porqué no un mundo.

Ella sabe que él piensa que cada cuerpo es un mundo y es eso lo que se percibe de las manos transpiradas de él, cómo suena y cruje en esos dientes el miedo. No pueden dejar de respirar el uno y el otro pero ya no se respiran entre sí. Los grandes poemas ya no existen ni en las espaldas que recitan a los dedos aquello que éstos en si mismos no están capacitados para escribir. La fuerza del sentimiento ruge y arde ahí en el medio del pecho, como la acidez de una fruta que nunca se ha podido tragar del todo.

La ciudad duerme y él es capaz de soñar sueños...

Descansan los cuadernos y las hojas de aquella recolección en una caja marrón de cartón corrugada en alguna parte de la ciudad de las mil flores.

Sueños de piel y hueso, sueños que aún al despertar habiendo sobrepasado por varias horas el amanecer todavía se siente en la lengua en la boca en las manos ese olor, el perfume de un cuerpo, el aroma dulce de un beso reincidente que trasciende el contexto y con ella la atemporalidad en si misma del paso del tiempo.

Sentados los dos en el asiento trasero de un auto que se confunde con un sillón en una reunión donde nadie se ve con nadie pero todos miran a todos, todos hablan y nadie escucha, gritos aquí allá y en todas partes, retumban las voces y la música en las paredes, se huele el sexo en el aire, y ellos llevan la delantera en esta carrera contra el tiempo. Han perdido demasiado tiempo jugando a desentenderse para no encontrarse porque nunca se perdieron y por ese nunca podrán buscarse para volver a recomenzar. Sentados en el sillón y con los ojos cerrados ella sentada apoyada contra el respaldo y él cruzado por sobre ella boca arriba buscando su lengua debajo de la de ella entre mares de saliva besos y restos de algún amor que ha quedado por ahí, en el aire y que ahora se dan cuenta que siempre estuvo ahí, en el aire a punto de estallar. Él con las piernas estiradas y cruzadas con el jean azul y las botas negras que ya no brillan de tanto caminar, el talón está gastado, ya no hay goma solo madera que desangra aserrín a cada paso. Ella tiene una pollera verde y una remera blanca con escote abierto y redondo bien bajo, para mostrar el pecho y su largo y hermoso cuello, tiene además una hermosa y tan rica piel. Nadie se da cuenta ni tampoco ellos, esclavos del hechizo enceguecido del no amor en cuotas de hartazgo y cansancio de haberlo consumido todo. El sillón es medio, con un almohadón rojo, el famoso futón, aunque moderno, de esos plegables que se hacen cama, el almohadón enorme, en realidad es una especie de colchón. Sueñan con que en realidad no haya nadie pero saben que lo que hagan quedará grabado en la retina de todos, como dos almas resentidas dándole sentido verbo cuerpo al término, así como también a la resurrección. Y pensar que todos, y hasta en sueños, alguna vez los dieron por muertos... Ella le toca la cara, lo acaricia, intenta dibujarlo, construirlo según sus recuerdos con los ojos cerrados con sus manos mágicas, dedos largos y carnosos con uñas brillantemente rojas, exultantes y con tanta pasión como carne que han arañando alguna vez en una noche de carne calentura, hambre y mucho sexo. Son uñas de rojo sangre, uñas que son pintadas por elegancia, por respeto a la transparencia que portan los días que reina meramente la naturalidad sensual del cuerpo femenino de por sí, ya sea día de lluvia, día de sol, granizo, o bien un día que está nublado. Ella se pinta las uñas solamente para la noche. Y es esta noche que las uñas están vestidas con un esmalte rojo escarlata, lo suficientemente pasional y sanguíneo como para no dilucidar y perder las fronteras del alba en las barreras del sueño que dejan a flor de piel los deseos reprimidos, los sueños resentidos y las hambres insurrectas de un amor sin par e invasivamente impúdico.

Hay una mujer embarazada de mellizos en un sillón que tiene mucho frío, está vestida con un jean celeste y un sweater amarillo de lana que parece no abrigarla lo suficiente, se ve en sus ojos que tiene frío. Se sienta en el borde del sillón para acurrucarse y generar su propio calor hasta que finalmente saca de atrás suyo, y debajo de los almohadones, una campera de cuero con piel adentro, es piel sintética y de mentira, de más está decirlo pero aclaro a ver si todavía alguien viene a la puerta de casa a decirme que estoy amparando la caza indiscriminada de animales. Se sienta en el borde del sillón y una vez acurrucada se tapa con la campera como si fuese una manta, tiene frío en la panza, tiene frío en el vientre, tiene frío en las piernas, tiene frío en los pies, y eso que tiene unas medias de lana ¾ y unas botas de cuero, de mentiritas obvio, marrones para estar a tono con el parquet.

Otra de las mujeres está en el jardín, salió a fumar porque adentro de la casa no es que esté prohibido fumar, sino más bien que se intenta no fumar dentro de la casa, dentro de la sala, por los futuros bebes, por los actuales mortales que no fuman y no tienen porqué cargar con el humo de los fumadores que deciden reventarse los pulmones y llenar sus ropas de olor. Esta mujer salió a fumar. Está nerviosa. Más bien puede decirse que encaró la escalera ya nerviosa antes de bajarla. Vaya a saber uno, nerviosa por qué. Se dice por ahí que al entrar a la casa no hizo más que repetir casi como un mantra que “la angustia es el motor del resentimiento y el caldo de cultivo al resentimiento es la angustia producida por la sobredosis de recuerdos resucitados de la nostalgia, la angustia es el motor del resentimiento y el caldo de cultivo al resentimiento es la angustia producida por la sobredosis de recuerdos resucitados de la nostalgia, la angustia es el motor del resentimiento y el caldo de cultivo al resentimiento es la angustia producida por la sobredosis de recuerdos resucitados de la nostalgia, la angustia es el motor del resentimiento y el caldo de cultivo al resentimiento es la angustia producida por la sobredosis de recuerdos resucitados de la nostalgia” Está nerviosa, se huele, sus manos tiemblan, sus cigarrillos se fuman solos…