...y la fiesta es una anacrónico desfile
La luz descubre a la oscuridad, lo “no visto” se ve, y desde afuera todos siempre lo ven todo, analizan desde su comodidad, estancados en la ignorancia de ser almas impolutas, vírgenes del placer y el deseo. Viven en la necedad de estar seguros sin ser parte, siempre viendo, nunca sintiendo, siempre viendo nunca siendo. Siempre viendo las palabras ajenas, nunca propias porque no tienen voz. Como puertas, como espejos, y no, mis palabras no son puertas, mis palabras no son espejos, mis palabras son todo aquello que vos quieras que sean, que profanen tu ser, que ensucien tu cuerpo, que perturben tu paz, que violen tu sexo, que enmudezcan tus ojos, que encandilen tus manos, que inmovilicen tus labios, que te mantengan despierto. ¿Cómo se siente estar callado a la deriva de tocarte desnuda frente a mí cono los ojos abiertos respirando el aire conjunto capaz de oscurecernos y así, sumergidos en la improvisación como la digitación de formas, ser visitantes privilegiados en la construcción del nudo en la noche de los cuerpos? Quiero empezar a moverme, y la imprecisión se justifica en el azar, la incomodidad de la búsqueda que corre, sólo derrama fuego. Las alas del sueño dibujan tu nombre en el mar, es que yo sé que puedo amarte nena. Es cierto, yo nunca imaginé tu respuesta, pero de todas maneras sigo dándote forma. Un rollo, sí, como una película, como una sucesivo encadenamiento de momentos inmortalizados en imágenes, sí, una película, la semejanza de la vida, un rollo. Yo no creo, es irreal. La flor concentrada en espacio y tiempo, comprimidos los pétalos, el alma, el perfume disecado, buscando la esencia, la fragancia, el olor como una sustancia que puede despertarte incluso de la muerte instantánea y repentina, ese halo que resucita al tiempo cayéndose para sacarte del vacío y disponer así del fin de la quietud al menos por ese instante. Un pasaje, una puerta, una ventana al sol. Me gusta mirarte con las manos, me pierdo en las búsquedas, me desborda la fascinación, el anhelo de un idioma propio, la construcción de un paraíso capaz de acoplarnos hasta el silencio e iluminar el sol hasta enceguecerlo con los labios, el enriquecimiento continuo. ¿Por qué la musicalidad se pierde? Podrás tocarme hasta el fin y sin embargo no podré escuchar tu voz hasta figurar tu ánima frente a mí con los ojos bien cerrados. ¿Por qué? El silencio no es el fin y mucho menos la forma definitiva, se abren las manos a los ojos cerrados, la oscuridad es un estado de conciencia como el hartazgo y la consumación. Un lenguaje que habla con la palma de las manos, que al tocar sienten y eso soy yo, manos reconstruyéndote tras el telón de los párpados, acariciándote, redescubriendo tus formas: Enfermos. Los años decrecen desterrando a la quietud, el movimiento construye al tiempo, el orden implora la necesidad de conciencia. ¿Por qué? ... y el pasado. ¿Qué mierda es el pasado? El futuro ya es pasado, el presente es pasado y el pasado... el pasado es un fantasma, el pasado es historia, el pasado es histeria, el pasado es viento, el pasado es luna, el pasado es sol, es pasado es lluvias, el pasado es noche, el pasado es dios, el pasado son los túneles, la recolección del vino y la algarabía de los colores descubriéndose, la revolución de la boca hambrienta de saciar su sed. Somos pasado, somos pesados porque soñamos con volar, somos livianos porque jugamos con soñar, y la fiesta es un anacrónico desfile. Toqué al fantasma en las profundidades y no sé por qué, yo vi luz en el jardín y un cielo de colores reinventándose, en sus ojos pude leer "derrame de matices internos", yo sólo atravesé la mañana y entré. Las palabras van sin tiempo, se dibujan, y la sensación de los labios no se despega de los ojos, ahora estoy aquí, dentro de una película donde sigo siendo yo pero las formas cambian porque todos quieren verse por igual en mí, entonces, sólo cerrá los ojos, y la soledad abrirá tus lunas y la noche... Me queman tus ojos hablándome en silencio, las manos abrieron el juego e inventaron el aire que nos quedará en recuerdos, lágrimas de tiempo hay en el frío y la ciudad descansa sin dormirse antes del amanecer. Caminamos frescos tocándonos por fuera sin tener razón, la excusa ya no importa, la digitación destilándose en el velo. Las manos fueron en un principio más que manos nomás, eran nuestro único puente, el acceso a la ambigüedad de energía que sin hacerse luz aún en secreto nos acomete. Éramos luz, eran sus manos en mí la ciudad del sol: Jugando con tus manos, navegándome, tus dedos pueden abrirme a mí y despertarme rumbo al sueño de saciar las bocas del árbol de la canción. Los ríos resecos de sed saben que vos estás en otra sintonía y al final tu piel está secándose, igual en mí las flores piensan en volver y así volar para buscar calor, para buscar el sol, para saciar el frío de tu voz. Mares, paraísos, desfiles de ensueño, y así estoy yo, explicando el origen de las manos figurándonos ahora como una puerta en esta experiencia colosal que revive vuelos que reaviva fuegos del secreto que incuban los roces de mis manos en tus dedos inmortales en la historia profundamente púrpura. Y estás sentada, lo sé, suplicando poder tocarme hoy. Y como si supieras desde lejos que yo estoy refundando lunas sobre el mar, dibujando soles, vos volvés sin decirme nada, vos estás disparando flashes desde allá a mis ojos, defendiendo tu lugar, reviviendo la historia. Te pesan los anhelos de saberme solo y por eso vas a figurarte siempre como un fantasma, como una reina desesperada, sin discusión, reluciendo tus jardines hipernaturales y tus sombras infames, la ilusión fugaz de los órdenes supremos. La declaración de muerte, es sólo un nombre, la historia no es una ilusión, la suma de intensidades es algo más que tiempo, son palabras en el viento y herramientas de la rendición para nunca declararse muertos, para no dar lugar a la encarnación del pasado hecho verbo en una canción, en una noche leyendo mis velas, los barcos encallados en la tempestad ya no están, ya no vuelan...
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