miércoles, julio 02, 2008

En el jardín de las sábanas rojas del amor despierto.

¿Desde dónde vendrán las voces a decirme que en realidad
ya no tengo razones para el asombro más que en la luna sin fin?

Un nombre remite al pasado y ya no estoy buscando eso.

Una cosa en otra, como un pasaje, un empujón
siento a la palabra en la música
y digo hay que romper, hay que quebrarlo todo.

El derecho, el alba
el idioma, la palabra
las palabras, una cuestión
una oración, la destrucción,
la reedición, la revisión,
la reimpresión, la reinvención
y en realidad se busca lo terrenal,
en los ojos, después de la voz irrumpe la palabra rígida.

¿Y por qué sigue caminando?
Así, a simple vista pienso que debe sentir tal como ha oído de muchas bocas "no hay que dejarse caer", que no es lo mismo que no caerse, en serio, con la seriedad que implica la sonrisa de leer lo que estoy escribiendo, esbozar simpatía comprimiendo los labios, esperando el siguiente escalón para seguir en la escalera, seguir sin bajar la guardia, seguir adelante con lo que ya se está llevando a cabo, seguir delante de lo que se empezó, y seguir la ardua tarea que implica recomenzar, por delante de cualquier intento para derribarlo, sigue, pues su convencimiento es que el dolor es externo, que la agresión es ajena, que el contacto es algo a lo que se está sometido desde el vamos, y sí, lo digo así, también afirmo que es ésta, una posición tan cómoda, la mía digo, de ser un observador de actores externos a la interioridad de otro, pero es que con esto también tengo la esperanza de estar diciendo algo, porque el dejarse caer es eso, bueno, el no dejarse caer es eso, es señalar que hay un afuera marcado desde tu piel y que sigue hacia allá, hacia acá, a todas partes y desde todos lados, una suerte de complot con el fin de derribarlo, pues porque cada uno sabe de su condición sobrenatural y sabe que es implacable, y por eso mismo es tan necesario que quieran destruirlo porque no va a dejar que lo tiren, que lo hagan caer, eso sería ceder espacio, dar una ventaja aún sin que nosotros, el afuera, fuésemos concientes de ello, que cualquier movimiento que quiebre la tensión, sería en realidad un posible despertar en la quietud del poder, de la puja por la puja en sí, y en cualquier paso en falso sería equivocarse ante los ojos ajenos, ante el contexto, y desde adentro eso no puede permitirse, cualquier grieta podría originar una gran inundación, declarando que el problema se a filtrado hacia adentro y de esa forma en las posibilidades estaría si, el caerse por uno mismo, algo así como sentenciarse la propia muerte.

Viaja dentro de su propio sueño,
vuela alrededor del sol envuelto en un jardín sin velos
y busca la radiación para entender el por qué de la selva de cemento.
Un faquir, un mago, un beso, un canción, las piernas heladas sin el sol,
la luz de la luna amordaza y los otros pies se anudan sin saberlo,
hallan el dolor de la incomodidad, el remordimiento se desenvuelve
una sonrisa en la oscuridad , una carcajada plagada de recelo
buceando para llegar al cielo en nuestro primaveral invierno.

¿Y por qué estás acá?
¿Y por qué soy tan frágil?
¿Y por qué nunca estoy demás?
Pienso en el por qué de los órdenes,
siempre a la vista,
los ojos esperan darse por aludidos
esperan ser abiertos
cambian el aburrimiento,
las rimas no sé quedarán esperándome.

No hay dudas,
es el error un cúmulo de flechas,
una selva de bocas, de ideas
y a estudiar
y otra vez esperando los hilos del titiritero que señalan lo no leído.

Con miedo, sí,
una vez más el nervio, los nervios,
basta de claves,
otra vez volvemos a dudar del comienzo,
y ya olvidamos que jamás pensamos en la búsqueda del fin.

Corren,
huyen del tiempo,
se escapan del calor real,
burlan la madrugada.
Corren,
huyen del tiempo
y no duermen,
no saben qué hacer para no parecer despiertos.
Corren,
se enamoran y la eternidad se abre,
lucen iluminados los lobos y el viento.
Corren en la profundidad del sueño púrpura el despertar real del amor
el reino y el jardín
el perfume, lo esencial,
detrás del telón un escenario divino.
El ardor terrenal fecunda la miel
los aires de color,
tu vientre ilumina como el sol
la sabiduría se disuelve en un beso sin palabras.
Enreverados en el diálogo los ojos se hicieron en la unión
los pétalos furtivos atraviesan la pared
los lobos y el viento entretejen el vacío
y se descubren una y otra vez.

La vida desde allá,
percibo las piernas hambrientas recitando plegarias para volar
y parece que los barcos ya no existen a la deriva ni tampoco el mar,
ya no hay mares de lágrimas
ni mares de ensueño secos de magia,
los párpados ya no sienten el peso de la cordialidad
ni se abocan al suplicio de dormir en paz
por fortuna ya no estoy así
escribiéndolo en la mesa que se deslizó hace tiempo
y parecería que las palabras...
ya no sé,
no tengo formas nuevas,
y con el cuerpo...
ya estoy abierto...

Ya no estoy atado a la calle, no.
Ya no hay formas ni vestigios ajenos en mi cuerpo,
la realidad existe ahora y tiene nombre de mujer.

Están perdiendo la voz y la piel busca la esencia siempre.
Preguntándose si acaso la fricción es siempre necesaria para el movimiento
y entiendo que sí, vuelvo otra vez a no querer caer en la quietud
y descubro, asumo, entiendo ahora al caer como alternativa,
a la soledad como un camino más
y veo que la ciudad se construye, se ilumina
y que la luna se abre también para buscarte,
enredándonos en el jardín de las sábanas rojas del amor despierto.

Quiero que te duermas ahora,
puedo verte soñar horas, muchas horas,
y en el despertar,
en el abrir de tus ojos la eternidad es sólo un instante.

Lento despertar, sí, como siempre.
El encantamiento sigue en el interio,
pero al parecer los sueños se han caído
y el lugar de referencia es a veces un castigo.
Un tiempo más... huele a consuelo, a compasión
y no, ya no quiero más palabras compuestas.

Un suspiro, halos de vos en mi espalda dormida,
la búsquead de aire para seguir adelante,
para seguir de pie, para no dejarse caer.

Busco la ciudad y no encuentro la salida,
yo me pregunto dónde el viento, si es real,
la bondad reniega de serlo
y mis ojos agonizan por hoy,
no voy a rendirme a la culpa,
solo viajar hasta perderme en un sueño profundo.
La soledad,cuadro de mi habitación,
venciéndome al cansancio de las noches sin luna.

El mar no viene a verme a mí,
son tres los actores del movimiento y no puedo escaparme,
la musicalidad es un karma,
y yo ungido en las sonrisas y las uvas,
la resignificación no cambia,
mi corazón solfea tu nombre al amanecer.
Estoy cayéndome sin alas al circo sin sol,
sin luz,
la cera no corre peligro,
las flores no cesarán dedar a luz,
la tranquilidad brota de mañana.

No quiero más noches sin luna,
las estrellas no se proyectan en el mar y busco el puente
la ceremonia,
las costumbres y el lamento al amor por la sentencia previa.

¿Y yo, cuándo saldré del infierno?

No soporto los blancos y ya estoy cansado de la oscuridad
y no sé si pueda seguir, quizás no esté dispuesto a sobrevivir,
no tengo fuerzas para dar la vida solo por hoy, de verdad.
Ni siquiera una llave, es que ya no llego a ver las puertas,
es que ya no sé si las hay,
y las estrellas,
y tu vientre,
y el sol y la luna,
y tu voz que partió hacia mí con necesidad de verme debajo,
con la idea del deseo,
de ver sobre mí y acá estoy,
y esto soy,
el aire y la falta de,
y la sangre,
y el norte,
y las fiestas,
y el amor,
y el aire que pierde,
y el cuerpo viciado que busca la sierra,
que piensa en huir viéndose en el texto impersonal,
la falta de dios.
una voz,
una luz,
una flor de marzo que brota y se dispara como el viento,
y será el invierno,
ya no piden más que aire,
vos sabés,
el calor sofoca, la historia más,
el cansancio me persigue
y los idiotas como vampiros se brotan frente a la luz.

¿Y si es casualidad?
No estoy cansado,
nada tiene que ver con dormir,
con pasar el tiempo,
hay una música que ruge en mi lugar,
ya no tengo sangre,
ya no hay luz,
la fuerza me carcome dormido impidiendo la reacción cuando no estoy despierto.

Quiero llegar y caer,
si, claro,
ya termino de escribir.
El sueño me desvela y para qué,
formas quizás,
ya nadie pinta la luna,
en mis ojos una flor enamorada,
viento,
la soledad ya no la entiendo,
y sin saber más del sol ya no me importa cómo, ni por qué,
no estorben el espacio virgen,
sangre.
Mi lengua vomita y se relame.

¿Cuál es la salvedad en este vuelo salvaje?