Te Amo

Vi el fuego ante los ojos del tiempo que se detuvo toda la noche. Fui testigo en este viaje sin igual por las enérgicas ondas del deseo y la propulsión mágica de la creatividad sin límites. Paredes de sonido y lo sublime de la irracionalidad misma proyectado en espectrales sondas de color. Eléctricamente subversivo, sumido a la atemporalidad vi mi propia muerte, fui mi propio cielo. Enarbolado en el corte homogéneo sufriéndolo hasta la última gota de aire, personificando los deseos en tu cuerpo, en las manos, en los dedos del tiempo que no pasaba jamás, inmortal el último respiro. Devorándome. Las flores se abrieron y el cielo crujió a los pies complementarios. La alquimia en una noche demencial, burbuja de diamantes efervescentes, proclives al éxtasis, a nadar en el fuego. Cuán inocentes bajo las alas de la negación. No sé por qué pero quiero estar así comiéndote como lo veo. Una puerta desconocida que irrumpe en locaciones privadas, impúdico espíritu capas de revolver el anhelo suprarreal. Fue como el amor. Verbo conjugado: una sensación en el alma puramente sentimental, sólo si estás despierto en un sueño demencial brillás como tu propia luz en el terrible abismo de esta vida que demuestra una vez más cuantos puntos de vista pueden verse, los arco iris no surgen del agua y la voz corre por los suburbios de la mente perdida en la búsqueda de la estabilidad, la luna no era una ilusión y el fuego explotaba, ardía el aire y necesitaba respirar, quería aire, estaban ahí, ellas, ellos, vos y yo y la luz. ¿Cuán sublime puede ser la vibración? ¿Cuántos cristales hacen falta? La miel de de tu alma no ha de acabarse nunca, sólo cuando desaparezca tu cuerpo, y ahí tu alma y tu cuerpo serán aire. Te amo. Entiendo la posibilidad de la conjunción en el aire pero nunca creí que la cristalización superaba el proceso de la materialización del dolor. El tren sin palabras ¿Acaso silencio? No, una fuerza mayor, un sonido ácido que avanzaba y rellenaba cada molécula de tiempo, cada medición era infinitamente sometida al juego, un caldo indebido en una región donde las palabras se hicieron lágrimas cuando las letras gobernaron por un instante el cielo. Nunca lo vi, jamás fui al sueño. Simplemente te amo y sé que viste lo mismo que yo y que fuimos el mismo cuerpo.