jueves, abril 16, 2009

La historia hoy evoca nidos de espanto.

En nidos de espanto hemos caído y como tales asomamos el cuerpo ante el halo de luz. Siempre dije que la luz es preciosa y es preciso escribirlo todo. Quizás la historia se pierda y alguna brisa quiera volver a vernos los ojos, acunados al reguardo de ver para mirar el viento. Al filo de ayer el sol se cayó en la lengua del tiempo que aún retumba en suspiros deshojados de la luna como ecos.

París en la sien y a los pies Buenos Aires, despierta desde la raíz, sus ojos en blanco desatan palidez. -Otra vez a revertir la muerte- se dice para si. - Por eso elijo el sueño- Repliega sus vidas en una canción, rueda una y otra vez. Rueda en compases de sal. Rueda en la entrega del ser, al arrojo de lo que vendrá, en la sed desesperada del sol interno que prendido del muro nunca pudo dejarse caer.

¿Y quién llega siquiera a despertar sin querer siquiera probarte? Un acorde tenaz pende de tu voz, girando alrededor del sol te veo volar en el cielo y las alas del alma te tocan sin paz, descalza te vas, venís desde el mar, volvés, si yo sé, la arena y yo te envuelvo los pies, pero vos con destreza huís de la lengua del mar porque tu alma ya está despierta.

Emplean gestos que digitan sin pensar y el aire en el cuerpo se vuelve sombra. Hoy es tiempo de recolección, el sol resecará lo que sobre de la siembra.