8 de marzo
“Por favor no mancillemos más el verbo, embarrémoslo nomás, ya bastan el alma, los libros, las letras silenciosas y las armonías de vos”
-Yo tengo tiempo, lo admito.
-¿Qué dijiste?
-Que estoy jugando y de una vez…
-Apurate porque estoy helándome.
-…quiero decirte algo que pienso.
-La sangre en mí empieza a quedarse quieta.
-Desde que nos vimos frente a la adversidad…
…y ahora cuando pienso es que digo, no soy yo quien deba interpelar mi propio sueño, ni mucho menos interpretarlo e interpretarme a mí, y no sé quién está aquí hoy, susurrándome. Alguien acaricia mi espalda como un dedo disuelto en la memoria del aire…
-La intensidad es algo así como el fantasma de la desesperación hipernatural.
-¿Cómo es eso?
-Claro, es como una sombra, siempre está ahí, con uno. A veces a la par, otras veces paria, a veces detrás y muchas otras adelante.
-Pero una vez dijiste que el fantasma era el amor…
-No te adelantes.
-No soy yo, es el fantasma quien habla por mí, que por cierto siempre vive desde adentro.
…fantasy, y esa es la sensación. Es algo más que la búsqueda del cómo, algo más que despertar. Alguien dijo una vez que se libraba allos brazos, acercándose al abrazo con miedo a desmaterializarse, como si acaso en el abrazo fuese a desintegrase a, debatirse entre volver o no a su propio cuerpo después de jugar a perderse ahí dentro en la fuerza irreal, suprasensible, suprarreal, la visión cegadora, la sublimación invencible. ¿Qué es el abrazo? Precisamente eso. Esa sensación. El abrazo fuerte, el abrazo con el alma. Entre brazos, a los brazos, el acto conjunto en si mismo, como un ritual, un sacrificio, la ceremonia de la entrega ajena y propia. Abrirse con los brazos de otro, en otro, y así también sentir cómo se abre en uno también, una puerta, una ventana, un corazón tan extraño, una llave, entre manos, entre dedos, en rumores subterráneos, me gusta abrazar con las piernas, entre las piedras, la tierra entrelazada, enmarañados, las voces y la piel en estaciones que lloran y la tierra mojada se embarra y en lazos de amor, hasta enraizados… ¿Por qué no? ¿Cuántas maneras hay?, ¿Cuántas formas? ¿Busco acaso la paz florida de la diversidad y el collage o la muerte dosificada en serie de los cementerios?...
-Por favor…
-Si, adelante.
-Gracias.
-No de nada.
-Ni de nadie, ibas entregándote al abrazo…
…cierto o incierto. Estoy juntando información, queriendo…
ceñirme en la entrega total, en la plenitud eterna de la sensación que al momento en sí, que en el corte vertical que atraviesa como la inmortalidad, una polaroid, asegura que la plenitud es ahí, en ese momento, sensación y sentimiento, éxtasis. Por eso es que no hace falta decir más, porque no hay nada que decir, es como nadar, no hay nada que no sea dicho con el cuerpo al momento de, entregarse al agua, a volar en el agua, como un sueño, a bucear en el viento, sueña sin más que lágrimas cuando amanece, a nadar en el cielo, en los besos de nácar, y no es tan fácil, pero es que nadie dijo que fuese fácil, y la luna llora en los jardines, ella siempre tiene filo, y está enamorada de la sombra, de la sangre, ¿dónde está?, enarbolada en la totalidad de las hojas que buscan la cercanía en la magnánima amplitud de las piernas del cielo…
-Necesito verte antes que sea demasiado tarde.
-¿Nunca es demasiado?
-Sí, no sé. ¿Para qué?
-¿Podremos hacer algo?
…quizás no sea meramente algo más que un número cuantificándolos, pero a mí me gusta la idea y la sensación del tacto, con el tacto, el contacto al que sin miedo ahora me caigo desde el ocaso de la eternidad, de las arenas de febrero y la bahía del sol a la posibilidad de desintegrarme o ser simplemente sangre, la sangre que no vuelve atrás, la sangre que cambia, la sangre que agita y tiñe el mar, la sangre que ha sido cambiante, la sangre que vibra, suda, ruge y sueña.
365 días es un año, pero en mi jardín no se miden las intensidades…
-¿Te importaría taparme?
-Es tan retorcido todo como para dejarlo caer.
-Mis manos amargas ya no transpiran.
-En otro cielo la combinación no declina en negro.
-Ya no tengo tiempo.
-¿Qué dijiste?
-Yo tengo tiempo, lo admito.
-¿Qué dijiste?
-Que estoy jugando y de una vez…
-Apurate porque estoy helándome.
-…quiero decirte algo que pienso.
-La sangre en mí empieza a quedarse quieta.
-Desde que nos vimos frente a la adversidad…
…y ahora cuando pienso es que digo, no soy yo quien deba interpelar mi propio sueño, ni mucho menos interpretarlo e interpretarme a mí, y no sé quién está aquí hoy, susurrándome. Alguien acaricia mi espalda como un dedo disuelto en la memoria del aire…
-La intensidad es algo así como el fantasma de la desesperación hipernatural.
-¿Cómo es eso?
-Claro, es como una sombra, siempre está ahí, con uno. A veces a la par, otras veces paria, a veces detrás y muchas otras adelante.
-Pero una vez dijiste que el fantasma era el amor…
-No te adelantes.
-No soy yo, es el fantasma quien habla por mí, que por cierto siempre vive desde adentro.
…fantasy, y esa es la sensación. Es algo más que la búsqueda del cómo, algo más que despertar. Alguien dijo una vez que se libraba allos brazos, acercándose al abrazo con miedo a desmaterializarse, como si acaso en el abrazo fuese a desintegrase a, debatirse entre volver o no a su propio cuerpo después de jugar a perderse ahí dentro en la fuerza irreal, suprasensible, suprarreal, la visión cegadora, la sublimación invencible. ¿Qué es el abrazo? Precisamente eso. Esa sensación. El abrazo fuerte, el abrazo con el alma. Entre brazos, a los brazos, el acto conjunto en si mismo, como un ritual, un sacrificio, la ceremonia de la entrega ajena y propia. Abrirse con los brazos de otro, en otro, y así también sentir cómo se abre en uno también, una puerta, una ventana, un corazón tan extraño, una llave, entre manos, entre dedos, en rumores subterráneos, me gusta abrazar con las piernas, entre las piedras, la tierra entrelazada, enmarañados, las voces y la piel en estaciones que lloran y la tierra mojada se embarra y en lazos de amor, hasta enraizados… ¿Por qué no? ¿Cuántas maneras hay?, ¿Cuántas formas? ¿Busco acaso la paz florida de la diversidad y el collage o la muerte dosificada en serie de los cementerios?...
-Por favor…
-Si, adelante.
-Gracias.
-No de nada.
-Ni de nadie, ibas entregándote al abrazo…
…cierto o incierto. Estoy juntando información, queriendo…
ceñirme en la entrega total, en la plenitud eterna de la sensación que al momento en sí, que en el corte vertical que atraviesa como la inmortalidad, una polaroid, asegura que la plenitud es ahí, en ese momento, sensación y sentimiento, éxtasis. Por eso es que no hace falta decir más, porque no hay nada que decir, es como nadar, no hay nada que no sea dicho con el cuerpo al momento de, entregarse al agua, a volar en el agua, como un sueño, a bucear en el viento, sueña sin más que lágrimas cuando amanece, a nadar en el cielo, en los besos de nácar, y no es tan fácil, pero es que nadie dijo que fuese fácil, y la luna llora en los jardines, ella siempre tiene filo, y está enamorada de la sombra, de la sangre, ¿dónde está?, enarbolada en la totalidad de las hojas que buscan la cercanía en la magnánima amplitud de las piernas del cielo…
-Necesito verte antes que sea demasiado tarde.
-¿Nunca es demasiado?
-Sí, no sé. ¿Para qué?
-¿Podremos hacer algo?
…quizás no sea meramente algo más que un número cuantificándolos, pero a mí me gusta la idea y la sensación del tacto, con el tacto, el contacto al que sin miedo ahora me caigo desde el ocaso de la eternidad, de las arenas de febrero y la bahía del sol a la posibilidad de desintegrarme o ser simplemente sangre, la sangre que no vuelve atrás, la sangre que cambia, la sangre que agita y tiñe el mar, la sangre que ha sido cambiante, la sangre que vibra, suda, ruge y sueña.
365 días es un año, pero en mi jardín no se miden las intensidades…
-¿Te importaría taparme?
-Es tan retorcido todo como para dejarlo caer.
-Mis manos amargas ya no transpiran.
-En otro cielo la combinación no declina en negro.
-Ya no tengo tiempo.
-¿Qué dijiste?
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home