Los cuerpos olímpicos
En palabras y no en vientos, en gestos y no en miradas, en mí y en vos, en el cielo de “todos juntos” la velocidad, la veracidad. Más allá del ardor y la complaciente compañía de combatir la fuerza de la noche que se acerca y se agranda lentamente sobre nosotros para por fin, cubrirnos al alba con el sol entrándonos a los ojos por la ventana. En mí, en él. Todos sabemos en parte cuán grande es el cielo desde aquí abajo ¿no? Hablan las bocas ¿hambrientas?, sudan, se relamen también, meditan en miradas cómplices y perspicaces sobre cualquier movimiento en falso detrás de la tela que pueda cortar el efecto mágico de ver sólo el baile de una sombra. Ablandar. No hablo de ablandar para deshacer, no. Calentarlo quizás para poder darle forma y así moldear a gusto propio. Tanto y tan poco. La miseria recorre los cuerpos, el recuerdo. Los ecos en la oscuridad y las luces de colores verdes, como globos en la eternidad. Mundos etéreos. Gestos y manos que entrelazan diagramas. El dolor, lo sé. El recuerdo constante, el castigo, el martirio. (No quiero más mártires, no, pero digamos que a veces…) Las manos y la tensión. No sabés lo que es el miedo cuando puede llegar a percibirse en una mano. Quiero decir. Cuán infinito y grandilocuente es el miedo que puede percibirse en una mano que te sujeta cada vez con mayor intensidad y menos fuerzas porque tiene miedo de caer. Quiero decir. Cuán hondo y profundo será el miedo que puede atravesarlo a uno y ser también de carácter interno hasta lo más ínfimo del espacio y la cuarta dimensión (tiempo) siendo un futuro vértigo, miedo del futuro, que se vuelve carne, que se vuelve hueso, que se vuelve dedo y así se sienten las manos como cuerpos olímpicos capaces de fundirse en ese mismo terror, dándolo todo en esa presión entre sus cuerpos. Sueño despierto. La desesperación tiene algo más que cien páginas y el olor es algo más que las curvas del aire que dibujan el contorno de mi cuerpo. Hay un perfume. ¿Alguien más pudo percatarse de eso? Sí. Ahora que las promesas son a los ojos y la ferocidad de las orgías en invierno es simplemente un circo de miradas frías (desde el vamos), pero calientes (a la distancia), que no van a tocarse, Sí. El viento en la noche me acaricia la espalda y entre las risas del despertar yo sé que alguien está mirándome. Todos sabemos que hay un secreto. Todos. Vos me viste y lo sé. Sí, yo los vi, me dijo, yo los veo. Soy un espía en esta canción y no es por no ser actor de ésta, por no sentirme parte, no. Yo juego en esta historia. En serio. Yo siento en esta historia. ¿Es tuyo el juego? El don omnipresente, el mar responsable de poder navegar y soñar despiertos con poder atravesar tan sólo al tiempo para decir, sí, el juego se ha quebrado y sin embargo… Incluso podría llegar a decirte que sé la cantidad de lágrimas que hay en vos y en ellos. La cantidad de lágrimas que hay en todos nosotros a la espera de ver el sol para poder salir a tomar aire, para ser el puente de la emoción y así darle lugar a las fotos y a la memoria próxima a construir. ¿Es nuestro el juego? En la calle las voces éramos dos pero (creo) hablábamos por todos, quiero decir, vos sabés como son estas cosas, los nombres y las estrellas, el suplicio de poder actuar, el desafío de ser parte, la proyección y el anhelo de poder jugar en la oscuridad de los silencios, no, en la oscuridad del terror, no, el anhelo de poder jugar en la oscuridad de las palabras, no en la oscuridad del miedo, no. Hay un deseo, en realidad más de uno. Hay tantas palabras que deberían ver la luz ahora, tantas canciones y tantos poemas que dirán que en realidad nunca supimos sobre eso. Hablarán sobre el retazo del fantasma de la desesperación que se desató, a veces violentamente y otras no tanto. Esperar. Espero. Esperamos. Ásperos espasmos esencialmente inesperados, expresivos en su totalidad, gimiendo a espaldas de la legalidad, espiándome a los ojos, juzgándome, quebrando el trato tan sólo en esos lapsos donde la cordialidad deja de ser un juego, donde el sueño se hace cuerpo, donde las palabras descorren el velo para pasar a ser ellas en alma y cuerpo, en verbo, en sed. Es como que yo soy el espejo propiamente dicho y las dos acciones consiguieron tocarse a los dos lados del espejo, y yo, literalmente objetivo, sólo miro... como un puñal que te roza el párpado y ahí las lágrimas dicen "está escena es nuestra" y se aparecen desafiantes. Toman el mando y son parte, son el todo y gesticulan a gusto, dirigen, presionan. Saben cuán profundo es el corte por donde irán a salir. No conozco en realidad sus máscaras, no creo que de verdad las tengan. En soledad todos estamos desnudos, íntegramente vacíos ¿dispuestos a hacer del todo más que la suma de las partes? Verdaderamente empiezo a re preguntármelo y no es porque esto ya lo haya pensado, o sí, en realidad no de este modo. Jamás me percaté con tanto énfasis. Vos sabés, los ojos como cámaras, subjetivos, sólo puntos de vista, es más, cada vez que resucite esto será eterno en la medida (o dimensión) que no vuelva a repetirse el plano o en su defecto vuelva a contextualizarlo de igual forma. No. Suspiro. Miento. Suspiros, sí, muchos. Suspiro tanto al paso del tiempo como al que vendrá. Yo tampoco quiero y en realidad tiene un por qué, o digamos, desde la inocente ingenuidad lo tenía ¿filosofía? No lo sé. Conozco, no conozco. Desconozco el alba me dijo y así fuimos el sol y la luna y de pronto la noche y un eclipse y la noche y la luna. Sí, lo sé. Siempre se piensa a la luna en la noche, a la luna dentro de la noche. Es también una posición correcta ver a la luna como actriz de la noche. Quiero decir, para qué romper el esquema, si la comodidad siempre sienta bien. Decir que la noche está por fuera de la luna sería al fin de cuentas otro punto de vista, claro que ésta forma llevaría consigo el cansancio y hasta quizás la mirada de los otros señale tus ojos dispersos, sí, dispersos. Es la capacidad de todos modos, el factor sorpresa. Eso sí, siempre del otro lado. Quizás estar en el lado correcto signifique, en mi caso, la muerte. La totalidad y es eso lo que estoy haciendo creo, dándome el lugar. ¿Cómo es que de un momento a otro la duda inunda la totalidad del cuerpo, destituye al “mártir” y lo arrincona frente a un abismo donde, si no cierra los ojos para suplicar por dentro, levanta la vista buscando un hueco en el aire, una voz o simplemente un halo de ruge que le de la capacidad de poder hacer pasar el tiempo, para que después del parpadeo, de dar el paso siguiente en el camino que llevaba a cabo o bien simplemente dejar pasar el tiempo quizás sin respirar, la certeza sea la fuerza de la seguridad figurada en su cuerpo proclamándose, porqué no, la justificación precisa? Yo perdí el amor me dijo, y la verdad es que si alguien más hubiera escuchado esa voz, no sé si se hubiera dado cuenta de eso, o sí, que se yo. Estaba perdido en parte, quizás porque la luz lo encegueció tanto que simplemente se ahogó en su propia música, buscándose a él y no a ella, sino a él, a él en ella, a él en ellas. Una flor en tus manos para mí, me dijo también, y claro… una flor con labios de mujer, la muerte, la necesidad de saber que es por algo que estamos aquí, el estímulo, el tiempo. Nada sirve entonces, y sin embargo acá estamos, dando vueltas. Buscándolo, oliéndola, sintiéndonos, deshaciéndome, espiando. Sí, comentando. La experiencia y la fiebre, la necesidad de ver al diablo con labios de mujer, la justeza de la soledad, quizás sea ése el motivo, el secreto que todos llevan bajo su lengua y cada tanto saborean con soltura mirando al cielo, respirándose, esperando tan sólo es instante para poder ahí darse cuenta que la soledad es en realidad parte de un proceso homeostático por el cual se complementaría el deseo en la medida en que la otra parte del espejo, él polo opuesto de la ecuación complemente el gesto y la necesidad. ¿Cómo lo dijo? Así: Menos mal que estoy... ¿y qué me decís del color? ¿Ahora también vas a justificarme la nostalgia en escala de grises? Quizás toda esta catarata de hechos y la representación del tiempo que al fin de cuentas nada trasciende del todo sea simplemente el vacío, el hueco profundo que demuestra la flor que va a crecer en la primavera... si así fuera, prepárense, porque la miel viene con fuerza, viene pesada, viene con hambre y viene con sed. Yo sé que es la entrega, la plena entrega, pero la necesidad y la misma sed es también un reto, un desafío y este juego es mucho más que un circo con macabras escenas en las que simplemente los ojos se miran, se tocan, se besan, se sueñan pero siempre distantes de verse a los ojos, quizás se piensen, sí, pero vos sabés cómo es esto, el respeto que tanto vale, los formalismos. Qué formalismos. Hay que salir a fuera, hay que salir a sentir la lluvia y darse cuenta que el cuerpo siente las lágrimas del cielo también, hay que entender que el gris de la tormenta está cargado de tanta luz... ¿Cuántos colores hay preparados en el cielo por abrirse? En el jardín todos los juegos se repiten volviéndose una y otra vez paraísos novedosos, los llantos y los gritos me resucitan una y otra vez. Las sombras en el suelo y sin embargo, todos están ¿distantes? Expectantes más bien, a la espera de poder decir: Sí, tenía razón, esto en realidad era así, la arena estaba húmeda y mis huellas se tallaron en su piel. ¿Cuál es el problema? Por qué no podemos salir a correr, pero sin la necesidad de huir. Digo salir a correr por el simple hecho de saber que volar no se puede. Y la sorpresa. Vuelvo otra vez al factor sorpresa. La sorpresa es como el color azul, como la tristeza. Vientos púrpuras, sí. El cuerpo y una sensación. La sensibilidad es quizás un factor... y por qué no, un actor más que destacado en esto también. Quiero robártelo. Sí, como un ladrón. Tengo tanto miedo de esto. No sé por qué. En algún momento más de uno relamerá la miel y sabrá que la flor yace sobre su lengua, que las paredes se pueden atravesar, que el idioma de las almas es en este caso la plena soltura de la sensibilidad, aún así, por sobre las reglas pre establecidas, casi obligatorias de quebrar la oscuridad con luz, sólo cuando la legalidad ve hacia otro lado. Hubo fuego, sí. Hay fuego también y la belleza carga consigo tanta crueldad...
5 Comments:
Se funde la tibieza de la terrenalidad, y todo su conjunto.
Alli donde el frio ya no es frio, las horas son segundos, las noches abren cauces, los dias son perfectos, la osadia esta lejana y los cuerpos siguen firmes ahi tratando de cruzar la linea de la rutina o la inmortalidad.
El perfume asesino del amor rompera los esquemas?
O tan solo esta en nuestra escencia?
Triste..
decepcionante? Claro.
No sabés lo que es el miedo cuando puede llegar a percibirse en una mano.
.
"vos sabés como son estas cosas, los nombres y las estrellas, el suplicio de poder actuar, el desafío de ser parte, la proyección y el anhelo de poder jugar en la oscuridad de los silencios, no, en la oscuridad del terror, no, el anhelo de poder jugar en la oscuridad de las palabras, no en la oscuridad del miedo, no..."
...
Salir. El cuerpo también. Oh sí. Evolución.
uh,
qué bueno
cuántos paisajes
de uno
de dos
de amores
de gentes
saludos grandes
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